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Roberto Fraile y David Beriain (de izquierda a derecha). Fuente: infolibre.es |
Fue anoche, mientras estaba cenando, cuando me enteré de lo ocurrido. Dos periodistas asesinados en Burkina Faso: David Beriain y Roberto Fraile. Me quedé impactada. Y cuanto más lo pienso, más grave me parece.
Al comienzo de la carrera nos consternó el caso de Khashoggi; a un año de terminarla tenemos el de Beriain y Fraile. El pasado 2020, 50 periodistas fueron asesinados. Es un hecho significativo si tenemos en cuenta que en 2019 fueron 49. Es decir, aún con un parón mundial por la pandemia y, por ende, un descenso en la movilidad, la cifra se mantuvo estable. Y es que, además, Reporteros sin Fronteras advierte que estos asesinatos se cometen en países donde no hay conflictos bélicos. ¿Qué dice eso de la libertad de prensa? O, mejor dicho, de la democracia. Básicamente, que brilla por su ausencia.
Pero no hace falta irse a Burkina Faso ni a Turquía para violar la libertad de prensa. También está en nuestras calles. En febrero, en las manifestaciones en Valencia a favor de Pablo Hasél, un hombre fue directamente contra un periodista que cubría los acontecimientos y rompió su cámara. Repito. En Valencia, en España, en Europa… En el Norte global no estamos exentos de este problema.
Uno de los manifestantes en Valencia por la libertad de Hasél rompe la cámara a un compañero que cubre la protesta. Esa es su libertad. pic.twitter.com/hNZvFcd0B4
— Arturo Checa (@ArtCheca) February 18, 2021
Ahora la gente se aflige, pero estaría bien que valoraran de verdad la profesión. Que los políticos, cuando le piden a los periodistas que no publiquen tal cosa, se lo apliquen. Eso son presiones y también es atentar contra su trabajo. Que cuando los ciudadanos vayan a las manifestaciones, no agredan a los periodistas que las están cubriendo porque es otro ataque a la libertad de prensa. Gabriel García Márquez decía: «El periodismo es el mejor oficio del mundo». Pero qué difícil es a veces. Otras tantas, es demasiado caro.
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