Ángel Caballero Rioja es quien se esconde detrás del nombre de Xolaka. Reservado a la vez que generoso, un licenciado en Bellas Artes que se dedica de forma profesional al arte urbano, consigue transmitir con sus palabras lo mismo que con sus retratos realistas; admiración y curiosidad. En las calles de la Comunitat Valenciana son reconocidos sus rostros en blanco y negro, pero pocos conocen al artista en realidad. En esta entrevista, Caballero nos da las claves para entender a su él y a su obra.
¿El anonimato puede ser una forma de generar altas expectativas alrededor del producto e influir en la popularidad de un artista?
Ahora parece todo lo contrario. Los artistas tienen la necesidad de interactuar con su público en redes sociales, se hacen más cercanos porque la gente también quiere saber de la vida de ellos. Yo personalmente no muestro mi rostro, porque considero que es más importante el mural y no quién lo pinta. No me gusta toda esa prensa rosa que se puede crear alrededor de el artista.
Los artistas rara vez tienen un contrato de trabajo con un sueldo fijo, ¿cómo se gana la vida un artista de este tipo?
En el pasado trabajaba como interino de profesor de bachillerato artístico y me congelé la plaza en la bolsa para trabajar de artista. Desde hace algunos años soy autónomo, facturo mis murales y cobro por todo lo que pinto, tengo bastante faena y no se vive nada mal. Espero no parar y poder jubilarme (ríe), aunque todo es tan complicado en estos tiempos.
Si vas por la calle y ves una pared vacía que te gustaría pintar, ¿qué harías a continuación?
Al principio pintaba en sitios para darme a conocer, pero esa época ya pasó. Ahora no me sirve cualquier pared, soy muy exigente, cuánto más grande, más lisa y más alta mejor, que la grúa que tengamos que contratar sea la más grande (ríe).
¿Crees que con la profesionalización de los artistas se ha distorsionado la vertiente reivindicativa que tenía antes el arte urbano?
Sí y no, si tienes una identidad propia y te conocen te buscan por eso. Yo intento hacer menos rotulaciones en persiana y hacer solo lo que me gusta con libertad creadora, pero hay veces que es faena y la tienes que coger. Al final se pierde la esencia aunque no viene a ser malo, ya que con la institucionalización se crean unas normas o pautas, lo que es un mínimo de remuneración al artista, por ejemplo.
En tus encargos, ¿te sientes en libertad a la hora de pintar?
En el momento que alguien te paga, aunque tu quieras ser libre en la creación del diseño, te condiciona, no puedes pintar realmente lo que quisieras. Normalmente, cuando es para ayuntamientos tengo más libertad creativa, en cambio, cuando trabajo para empresas de publicidad no tengo nada, es la empresa la que decide el diseño.
¿Cómo plasmas tu ideología o tus valores en tu obra?
Suelo recurrir a alguna temática o preocupación que tenga en mente. Actualmente me interesa mucho lo rural y estoy pintando gente mayor en pueblos con peligro de despoblación.
¿Qué reacción esperas encontrar en el público?
El arte urbano es cultura, y la cultura es necesaria para la población. Busco una conciencia social, por lo que tiene que calar en todas las edades. Me interesan las miradas y los lenguajes que se puedan crear con el espectador, que el mensaje entre en sus mentes.
¿Piensas que los grafitis tienen cabida en un museo o se quedan en la calle?
Su lugar es la calle y no entre cuatro paredes, cualquier intervención mural se nutre del entorno, de la gente, de las experiencias, de la climatología, etcétera, pero entiendo que al final se institucionalice. Es arte y tienen que entrar en los museos para futuras generaciones.
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