- Reflexionamos sobre dinero, pasión y fútbol tras unas semanas de la disolución de la Superliga que pretendían llevar a cabo ciertos equipos europeos
Recuerdo cuando quedaba con mis amigos para ir a casa de alguno a ver fútbol, o cuando mi padre conseguía una entrada para acudir al estadio. También recuerdo la ilusión con la que salía del colegio para llegar pronto al parque a echar una “pachanga”. Cuando era más pequeño amaba el fútbol, era algo pasional, muchos de mis esfuerzos iban por practicar este deporte.
No recuerdo cuando todo esto cambió. Pero creo que he llegado a odiar el fútbol. No sé si fue cuando empecé a entender que todo aquello era un negocio. O cuando la máxima exigencia que me pedía a mí mismo acabó por comer esa pasión. También pudo ser cuando entendí cómo funciona nuestra sociedad. Igual me perjudicó ver como estrellas o referentes se vendían al mejor postor. No veía ese sentimiento en el que yo creía. Llegó el momento en el que entendí que el fútbol era un reflejo más del mundo capitalista abusivo en el que vivimos. El dinero podía con todo y el que no tenía, como en la vida, lo hacían a un lado.
Por un túnel de silencio se dejó que grandes fortunas nos arrebataran hace décadas el deporte que amamos. El dinero se llevó mi pasión, y la de muchas personas. Ahora los grandes capitales, propietarios de equipos, nos buscan. Mi pasión y creencia acabó, pero no sobre el deporte, sino sobre el sistema que lo comanda.
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