Los agentes artísticos exigen el reconocimiento de su labor


 
El público del festival Grec guardando las distancias de seguridad en el Teatre Lliure durante este verano. Mané Espinosa

La cultura nos hace humanos, así lo han explicado a lo largo de la historia los pensadores y humanistas. Cabe pensar que detrás de todas las manifestaciones culturales que sostienen este concepto se encuentran los productores del arte. La indústria de las artes escénicas en España ha sido castigada los últimos años por la Administración pública que ha desamparado al sector. La volatilidad y temporalidad en las producciones escénicas y musicales ha provocado a los artistas una especial ansiedad durante la crisis de la Covid-19. «Aparece muchísima incertidumbre, de modo que la mayor parte de los artistas van a tener que reconducir sus objetivos y su carrera profesional», explica la psicóloga Marta Garay, creadora de la plataforma ImpulsArte.

«Los ingresos económicos de los artistas que no tienen plaza se paralizaron completamente», señala la profesional. Garay matiza que hay pocas plazas, pero mucho trabajo. En este ámbito, aconseja romper con la pirámide que supone que solo unos pocos pueden vivir dignamente del arte. «En relación a una profesión artística se pueden derivar muchísimas paralelas», aclara la psicóloga. Para conseguir el cambio en el paradigma, la especialista sostiene que el primer paso debe ser dado desde la formación, abriendo la mente al gremio, simultáneamente, insiste en que el Gobierno ha de impulsar a los sector creativos emergentes. Manuel Civera, alcalde y concejal de cultura del municipio de Llíria, Ciudad Creativa de la Música por la Unesco, destaca que es el momento para repensar la actividad cultural. «Hay que poner en valor los oficios relacionados con la cultura», reclama el concejal.

El 3.7 % del total del empleo en 2017 proviene del sector cultural, según el Informe sobre la situación de las artes escénicas en España, realizado por la Academia de las Artes Escénicas de España en 2018. La reputada bailarina y coreógrafa Sol Picó, en la compañía que dirige, moviliza en una función alrededor de 60 personas entre la banda de músicos, los bailarines y el trabajo de producción técnica. Además de potenciar otros servicios como hoteles, transportes o teatros.

El alcalde de Llíria explica que las ciudades valencianas se han polarizado en torno a las sociedades musicales. «La música en la Comunitat Valenciana ha sido crucial para que los sectores económicos tuvieran el motor de entusiasmo, profesionalidad y las capacidades necesarias», explica Civera. La Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana registra 3.1 formaciones de media por población. «Se trata de un tejido asociativo que vertebra y enriquece nuestra sociedad», puntualiza el político.

Sin embargo, las partidas destinadas a las artes plásticas y escénicas han ido disminuyendo progresivamente. La contribución económica en estas disciplinas de la Administración valenciana en 2009 era de 70.624 mil euros y en 2016 de 44.319 mil euros. La reconocida coreógrafa confirma que las ayudas públicas son la fuente de ingresos que sustenta la estructura empresarial de su compañía. Por otro lado, Civera asegura que las «escasas» subvenciones, a veces, no son acordes al esfuerzo que hacen las sociedades.

«Algunos partidos tienen más sensibilidad que otros. Ha habido muchos años de sequía en los que se ha cortado la producción cultural», manifiesta Picó. Entre 2008 y 2017, la Comunitat perdió el 40 % de sus representaciones. «Dansa València fue durante mucho tiempo un festival pionero que generaba mucho interés y se interrumpió. Hace un par de años resurgió, lo cual aportó una gran alegría», expone la bailarina. El mismo Informe mencionado anteriormente certifica que después de vivir lo más hondo de la crisis económica de 2013, la Comunitat Valenciana ha iniciado un proceso de recuperación cultural. «Últimamente se estaba viviendo un rebrote, ojalá se recupere tras la pandemia», apunta la alcoyana Sol Picó.

La puesta en marcha de un espectáculo requiere grandes inversiones, como cada gran desembolso comporta una incertidumbre y un riesgo. En las producciones culturales esta inseguridad se acentúa aún más. «Por desgracia, es habitual que en una sala con 1000 localidades, únicamente se ocupen 300 butacas», lamenta la coreógrafa. En consecuencia, el vulnerable sector exige políticas públicas específicas para superar la crisis ocasionada por la pandemia. La emprendedora bailarina declara que se trata de un sector precario por naturaleza, por tanto necesita unas medidas «muy concretas». 

Durante la cuarentena el colectivo artístico se movilizó y puso en evidencia su valor en la sociedad. La célebre artista explica cómo ofreció a libre disposición su trabajo gratuitamente con el objetivo de contribuir en el entretenimiento para los ciudadanos.

Además, la situación tras la Covid-19 ha obligado al sector a adaptarse a las nuevas normas de seguridad y a la reducción del aforo. El alcalde de Llíria considera que ahora es más imprescindible que nunca la inyección de cantidades públicas para fomentar la cultura y las nuevas pautas de consumo de cultura.

«Hay capacidad intelectual y social en la comunidad artística para defender que la cultura en nuestras vidas es vital pero falta voluntad por exponerlo», destaca Civera. La cultura es la tradición y la modernidad, el intelecto y los valores de una sociedad que la hace avanzar. Asimismo, la cultura y las artes son también contratos de trabajo y en definitiva, una industria generadora de riqueza económica y humana. El político y la coreógrafa coinciden en que la base de la sociedad debe ser inquebrantable. «La cultura y la educación son la gran arma para ser libres y para que las personas afronten los retos, tan duros como el que ha supuesto la Covid-19», subraya Manuel Civera.

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