Juguetes sin género

Recuerdo cuando era pequeña que los juguetes que me regalaban en su mayoría eran Nenucos o Barbies. A los siete años pedí una cocinita grande por Navidad. Un año más tarde, escribí a los Reyes Magos que quería un carrito de bebés. Guardaba los juguetes en un baúl enorme y todo eran vestiditos para los Nenucos y para las muñecas o maquillaje infantil. Incluso recuerdo soñar con tener una lavadora de juguete.

No recuerdo que a mi hermano le gustara algo de esto. A él le regalaban cosas muy diferentes. Un balón de fútbol, una PlayStation, un coche teledirigido o superhéroes del universo Marvel. Al igual que los disfraces, yo normalmente era una princesa o un hada, y mi hermano era ninja o pirata.

Por un túnel de silencio crecía y me cuestionaba cosas. No jugaba al fútbol porque pensaba: «Eso es para chicos». No jugaba a la PlayStation porque me decían: «Eres muy mala para eso», y me lo acaba creyendo. Me hice mayor y me sentía mal cuando pensaba o actuaba saliéndome de lo que se me había impuesto como rol desde pequeña. Me tienen que gustar los chicos, pero no demasiado, y tengo que lucir coqueta y arreglada. Me pregunto cómo hubieran sido las cosas si mi hermano hubiese jugado con las Barbies o yo con el coche teledirigido... O ambos con todo lo que había en ese baúl. Al fin y al cabo, los juguetes son juguetes, y no tienen género.

Los juguetes a la izquierda «para las niñas», a la derecha «para los niños». Y en medio, un barco de piratas. Fuente: Mike // Pexels

Columna en formato podcast

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