Fuerza y honor

Russell Crowe interpreta a Máximo en Gladiator

Siempre que llamas a un niño por su nombre acude, en cambio, siempre que suena en el salón de mi casa la magnífica banda sonora de Gladiator, acudo a la llamada porque sé que es el único momento en el que mi padre y yo compartimos manta, sofá, palomitas y peli favorita. Nos encanta la cultura grecorromana y nos evadimos de todo desde los primeros segundos de dicho film, hasta los créditos nos emocionan y es algo que sé que pase el tiempo que pase va a seguir siendo así.

La obra de arte de Ridley Scott cumple 21 años desde su estreno y en mi opinión desde entonces no se ha hecho nada igual. El primer contacto que tienes con ella ya es maravilloso porque esa música te transporta inmediatamente al antiguo Imperio Romano donde te está esperando Russell Crowe (Máximo) para que vivas y sufras con él la historia de su vida. 

Un general admirado por todos, alto, fuerte, leal, educado y querido como un hijo por el mismísimo emperador, cariño que desatará toda la ira de Joaquín Phoenix (Cómodo) quién llega incluso a acabar con la vida de su progenitor, desarrollando uno de los principales hilos conductores de la película, la ira, el odio y la maldad reflejada en todo momento en este personaje. Ira que pasa al personaje de Máximo cuando violan y matan a su mujer y a su hijo, momento en el que jura venganzaotro de los temas principales y el que, desde ese momento, se convertirá en el único objetivo de nuestro protagonista.

Después de esto es vendido como esclavo y llevado a combatir como gladiador para el uso y disfrute del pueblo, allí se convierte en un héroe y vuelve a desatar esa envidia en Cómodo, y es en este momento donde se le brinda a Máximo la oportunidad de vengarse. Es aquí donde vemos, una vez más, la maestría de esta película, y apreciamos un coliseo romano espectacular, un ambiente perfectamente recreado que hace que te sientas uno más del público en cada una de las batallas dentro del famoso anfiteatro.

Y como no hablar de los discursos puramente literarios e ilustradores que han quedado para la posteridad, como el momento del desenmascaramiento de Máximo en medio del Coliseo diciendo eso de: “Mi nombre es Máximo Decimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte... y juro que me vengaré, en esta vida o en la otra”. Es recordarlo y se me eriza la piel, ira, venganza, sangre, amor y emoción. Una película que empieza y acaba de una manera realmente significativa y con imágenes como la secuencia de la mano de él acariciando el trigo que hace que sientas la necesidad de entrelazar tú mano con la suya y decirle “le admiro general”. 


Pero, eso no lo es todo, me faltarían palabras para realizar esta crítica y aburriría a cualquiera con mis múltiples teorías y pensamientos de admiración hacia este emblema del cine épico, por eso mi padre y yo le damos las gracias por esta maravilla señor Ridley.

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