A dos semanas del 4M, Vox lanza un cartel. En este se da a entender que un Menor Extranjero No Acompañado recibe del estado de forma particular 4.700€ al mes, mientras que las personas jubiladas cobran 426€. Contra este despropósito se han unido el resto de los principales partidos que concurren en las elecciones: PP, Podemos y Más Madrid y Ciudadanos.
El partido de ultraderecha ha intentado apelar, de nuevo, al patrioterismo con la máscara del populismo barato: «Eso es lo que queremos todos los españoles», reza falazmente Monasterio una y otra vez como si fuese su única insignia política. A su lado parece estar el juez encargado del caso, pues no ve delito de odio en el cartel. Parece que el magistrado no ha entendido la gravedad no solo de la connotación racista, si no de la pasividad institucional ante bulos y medias verdades en plena campaña electoral.
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Pintadas en el cartel electoral de Vox. Fuente: elconfidencial.com |
No es casualidad que hayan escogido a un joven, encapuchado, con la cara tapada -signo que facilita la deshumanización- y, cómo no, racializado frente a una mujer, que no hay nada más débil que la mujer -que no lo dice solo Vox, también lo dice la RAE-, mayor blanca. Sin embargo, el partido de Abascal no votó por la subida de las pensiones para esa misma mujer.
Estas elecciones se está jugando sobre un tablero en el que el partido de ultraderecha está imponiendo sus reglas. Vox, en definitiva, es muy peligroso porque con sus nuevos discursos tan grandilocuentes crea la semilla del odio. Esta vez su baza era la desinformación, factor clave que golpea directamente a la democracia, basada en el odio hacia un colectivo altamente vulnerable, que no posee de estructura familiar, económica y social. Basta de pasividad frente a los partidos antidemocráticos; ante los discursos del odio, hay que tener claro como sociedad qué se ha conseguido y qué hay conseguir en materia de igualdad, integración y justicia.
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