Maria Campoy es una chica de Barcelona que tiene 20 años. Cuando tenía casi 13, empezó a tener problemas de salud mental y le diagnosticaron depresión. En ese instante, Maria estaba empezando a tener un Trastorno de la conducta Alimentaria (TCA). Ha estado ingresada tres veces por desnutrición e infrapeso. También, es autora del libro: ¿Quieres seguir sobreviviendo o prefieres empezar a vivir? En esta entrevista, Maria nos cuenta cómo vivió la anorexia y cómo se ha ido recuperando.
—Tú sufriste un TCA hace unos años, ¿cómo llegaste hasta esa situación?
Yo empecé cuando tenía 13 años y he estado en muchas terapias, pero nunca he encontrado el factor que me llevó a padecer el TCA. Simplemente, tenía una autoestima muy pésima, había fallecido mi abuelo justamente hacía un mes y mi imagen corporal era horrible, porque siempre me comparaban con gente más delgada. Yo no estaba gorda, pero hacía deporte y estaba musculada. Empecé a decir: “Y si me salto esta comida, y si no como galletas ni bollería…”, me empecé a restringir tantas cosas que al final me vi metida ahí, pero que tampoco sé si hubo algún factor que me llevase hasta esa situación directamente.
—¿Puede que sean los comentarios de la gente o las miradas por la calle?
Claro. El hecho de caer en cualquier trastorno alimentario son muchas causas. Entonces, yo como que agrupé todos los comentarios que me hacía mi familia, principalmente, que me comparaban con mis amigas o comentarios que hacían algunos compañeros de clase.
Y luego el hecho de que falleciera mi abuelo, que era una persona muy cercana para mí, fue la cosa que colmó el vaso, fue llegar a un momento en el que no tenía ningún control de mi vida y necesitaba controlar algo.
—En esos momentos, ¿tu mente tenía un poder bastante grande sobre ti?
Sí. Yo me miraba en el espejo y donde más complejo tenía era en las piernas, porque hacía atletismo y tenía las piernas bastante grandes y tenía mucho complejo. Entonces, decía: “Si dejo de comer, las piernas me adelgazan”.
El hecho de ver que daba resultados era como: “Venga, un poquito más”, hasta que llega un momento que no puedes parar.
—¿Por qué crees que los TCA afectan más a los jóvenes, sobre todo, a las mujeres?
Afecta a todos y da igual la edad. Pero, por una parte afecta más a la parte de la adolescencia, porque es cuando empezamos a hacer el cambio de cuerpo.
El hecho de que una chica se desarrolle antes que otra hace que llegue un momento en el que te empiezas a comparar y gente de clase empieza a opinar sobre tu cuerpo y te dice que te estás desarrollando antes que otras personas. En ese momento hay muchos cambios hormonales que no puedes controlar y también te estás empezando a conocer, por ejemplo, a mí el carácter me cambiaba mucho. Entonces, era un momento de inestabilidad emocional en el que necesitas agarrarte a algo, pero no sabes a qué.
—¿Crees que la publicidad o las agencias de modelos tienen parte de culpa en todo esto?
No los culpabilizaría al 100%, pero algo de culpa sí tienen. No vas a caer en una enfermedad solo por el hecho de ver a la modelo, obviamente. Pero, tienen poder en que tú empieces a obsesionarte con la alimentación o con el deporte.
Lo que no veo normal es que para ser modelo tengas que tener x talla, no mayor de 38, mucha altura… porque necesitas tener ese tipo de cuerpo. A mí eso me afectó un montón. Además, puede derivar en un trastorno alimenticio.
—¿Cómo conseguiste superar tu TCA?
Yo empecé con los 13, tuve a partir de los 17, 3 ingresos y el último fue justamente en la pandemia. Un ingreso horrible, porque el trato fue nefasto. Y me fui con un alta voluntaria, porque estaba recuperando peso, pero mentalmente, estaba acabando súper mal.
Entonces, me fui y me dijeron que iba a recaer, algo que no ha pasado. Además, desde mi punto de vista, para la recuperación a mí no me sirve que me pongan una pauta alimentaria, porque el hecho de que te pongan que tienes que comer x gramos de algo, te está restringiendo. A mi no me estaban ayudando así, entonces decidí irme.
Salí muy mal, llegué a casa y me puse a llorar, porque te tapan los espejos para que no te veas y verme yo con 13 kilos más, cuando en el ingreso entré con 30 y salí con 43, pues no sabía ni quién era la persona que estaba viendo. Me veía la cara y decía: “Me han hinchado con un globo o qué está pasando”. Entonces, dejé de comer porque me sentía horrible. Y volví a visitas externas, las cuales acepté.
Empecé a hablar con una amiga que estaba pasando por TCA, le dije que no sabía qué hacer con mi vida, que tenía hambre y no sabía cómo gestionar todo esto. Y empecé el método Hodgkin que es un método para comer todo lo que tu cuerpo te pida a la hora que sea. Dejé de tener horarios y empecé a recuperar peso muy rápido, pasé a comer mucho.
Volví a terapia. Y había subido muchísimo peso. Tenía siempre mucha hambre, era una sensación que nunca se acababa. Y en terapia me dijeron que me estaba volviendo bulímica, que eso no era normal y que si tenía hambre pues que bebiese agua. Yo me quedé de piedra, yo no tenía la culpa de que tuviese hambre todo el rato.
—Pero, tú realmente no estabas engordando, estabas recuperando peso...
Exacto, pero ya no solo eso. Sino que una persona que se ha estado restringiendo muchos años fisiológicamente, llega un momento en el que pasas mucha hambre. Entonces, no te estás dando un atracón de comida como se lo estaría dando una persona con bulimia. No, tú vienes de hacer muchas restricciones y ahora necesitas comer, tienes hambre extrema y llegará un momento en el que no la tengas. Yo a día de hoy no la tengo.
Fui a terapia otra vez, me pesé y, obviamente, había subido de peso. Y me dijo que me estaba pasando y que no era normal. Yo me enfadé.
—Es algo peligroso que en terapia te digan eso, porque tu mente puede dejar otra vez de comer…
Exacto. Si soy gorda, prefiero ser gorda, a estar muriéndome en una cama de hospital. A día de hoy, el hambre extrema no la tengo.
—Ayuda mucho tener a alguien de tu entorno en estos momentos apoyándote, ¿verdad?
Claro, pero mucha gente no entiende por qué tienes tanta hambre. Mis padres lo entendieron, porque como pesaba tan poco pues era como que no pasaba nada. Pero cuando empezaron a ver que ya estaba en mi peso de los 50 kilos, se empezaron a asustar. Y ya venían los comentarios.
Yo a día de hoy pienso que menos mal que soy una persona que le dan siempre igual los comentarios, porque sino habría enfermado otra vez o seguiría enferma.
—¿Dan ansiedad estos comentarios negativos?
Sí, había momentos que anímicamente estaba mal y cuando me soltaban esos comentarios me sentía culpable, sentía que hacía algo mal. Cuando volvía a tener hambre me replanteaba muchas veces si lo estaba haciendo bien o no o, incluso, escuchaba la voz de mis padres.
—¿Cuándo tenías anorexia sentías que te aburría comer?
No, porque yo nunca tenía hambre. Yo me podía pasar horas y horas sin comer o comer súper poco y al día siguiente ni desayunaba. Y cuando empecé a comer, me dolía hasta la boca y tampoco lo disfrutaba, porque para mí eran sabores súper raros. Era comer por comer, porque tampoco tenía hambre.
—¿Qué consejos le darías a los jóvenes que están intentando salir de una situación así?
El problema es que por muchos consejos que te den, incluso a mí personas cercanas con TCA me daban consejos y me advertían, pero estás cegada y hasta que no llegas al mismísimo hoyo no dices: “Uy, si me estoy muriendo”.
Yo estaba enferma, pero lo iba sobrellevando y decía: “Yo de esto no me voy a morir nunca”. Hasta que llegó la pandemia y dije: “Yo me muero. Como me ingresen, me muero”. Yo sentí que la muerte me acariciaba los pies.
Entonces, por mucho que te estén diciendo, si tú no te das cuenta que lo tienes que hacer por ti, vas a volver a recaer. Tienes que hacer un cambio de chip. Pero, para mi opinión, faltan muchos recursos, aunque sea charlas en un hospital o en los colegios. No para explicar qué es la anorexia o bulimia, porque eso ya lo saben, sino que pueden llevar a gente que ha padecido un TCA y se ha recuperado. Personas que te enseñen la parte oscura y lo que les ha pasado.
Te viene el psiquiatra y te explica todo pero, ¿él o ella lo han sufrido? No todas las recuperaciones son iguales, no todas las personas pasan por hambre extrema. Pero, hay muchas otras cosas que son parecidas y pueden ayudar en los tratamientos de esos pacientes que tienen en sus manos.
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