Las mujeres al mando de los periódicos: un fenómeno poco común


Fuente: Unspalsh


Hace unos años resultaba extraño ver a una mujer en un cargo directivo. Y aunque a día de hoy se dan más casos, extrapolándolo al mundo de la comunicación, sigue pareciendo sorprendente encontrar una dirigiendo una empresa informativa. Observamos que, en 2019, solamente el 25% de los 100 medios españoles más relevantes estaba dirigido por mujeres, mientras que el resto eran hombres. Unos datos tan descompensados nos hacen replantearnos la siguiente pregunta: ¿Por qué encontramos tan pocas mujeres en la dirección de las empresas informativas? 



Uno de los principales problemas que se les presenta a las mujeres para acceder a un cargo directivo es la dificultad de conciliación familiar y laboral: las principales cargas cotidianas, ya sean familiares o domésticas, siguen clasificándose como propias del género femenino a día de hoy. En España, las mujeres suelen dedicar el doble (y en algunos casos el triple) de tiempo que los hombres al trabajo del hogar y el cuidado de sus hijos e hijas. Este es uno de los factores que más hacen que las mujeres no se puedan promocionar para ocupar puestos altos, los cuales requieren mayor implicación o responsabilidades, ya que existe la estigmatización de que tienen más tareas fuera de su empleo y no van a poder compaginarlo de la misma manera que un hombre. 


Cada vez resulta más habitual observar cómo las mujeres han de replantearse el tener un hijo debido a su trabajo. Este género tiende a buscar un «espacio» en su rutina de vida y de trabajo para un bebé: además de encargarse de su crianza (ya sea solas o acompañadas), tiene que gestionar nueve meses de embarazo y la baja por maternidad, además de un periodo posterior a estos factores para poder «recuperar el aliento». Y esto les hace muchas veces encerrarse en su zona de confort y no tomar o buscar nuevas oportunidades, el miedo a no poder compaginar su vida cotidiana y su vida laboral. Este es otro de los motivos por los cuales muchas mujeres no avanzan en sus carreras: las barreras que ellas mismas se imponen. A veces, ellas piensan que no son capaces de enfrentarse a estos retos, que no destacarían, o que simplemente un hombre podría realizar esa tarea de una mejor forma. Incluso, aún estando ya posicionadas en un alto cargo, les cuesta ser conscientes de su situación. Esta creencia se ha desarrollado en la historia debido al comportamiento que la sociedad ha tenido hacia las mujeres, tachándolas como el «sexo débil». Esto mismo le ocurrió a Katharine Graham, referente en la historia del periodismo igualitario, cuando tuvo que asumir la dirección del The Washington Post en el año 1963 tras la muerte de su marido, el anterior directivo. La periodista, debido al contexto en el que vivió, sentía que tomar el liderazgo de una empresa de comunicación como esta no era propio de mujeres, sino de hombres. Al igual que ella, gran parte de la población femenina de su época tenía la creencia de que los hombres eran superiores a ellas y estas estaban destinadas a las tareas del hogar.


Graham no es la única que lo ha tenido difícil como mujer dirigiendo un medio de comunicación. En las encuestas mostradas en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2019, se aprecia cómo un 31% de mujeres manifiesta que pertenecer a este género perjudica a la hora de tener una oportunidad laboral en el mundo de la comunicación, frente a solamente un 8% de hombres que comparten esta opinión. Para los cargos directivos, el 75% de ellas opina que se les exige una mayor capacitación que a los hombres, de los cuales sólo están de acuerdo un 36%. Con estos datos, se intuye cómo en el mundo del periodismo se considera algo casi extraño contar con la dirección de una mujer. 


Encarna Samitier (20 minutos) y Virginia P. Alonso (Público) son de las pocas periodistas que en la actualidad se encuentran al frente de un medio de ámbito nacional. En este panorama mediático, también encontramos la «rareza» del caso del periódico español como es La Marea, el cual ha llegado a contar con cuatro mujeres en puestos más responsables, en cabeza Magda Bandera como su directora. Aquí, se muestra como la dirección de una mujer puede derivar en la posibilidad de que otras periodistas del mismo género se impliquen en su empresa. Y esta circunstancia no solamente se presenta en el periodismo; también en la producción cinematográfica. Cuando una mujer dirige la película, existen más personajes femeninos (ya sean principales o secundarios) que cuando lo hace un hombre. La presencia de directoras en los medios de comunicación es necesaria es debido a que los estereotipos de género en una mujer disminuyen cuando tienen a un personaje de su mismo sexo como referencia. Las mujeres de cargos más bajos o simplemente niñas que aún están creciendo, con un pensamiento socialmente general de que esos altos cargos no son para ellas, pueden orientar su carrera a objetivos similares. Tienen un modelo a seguir que rompe con el estigma asociado al género femenino y saben que es posible, y es importante que haya mujeres para que otras mujeres sigan ese camino y no lo vean como una cuestión difícil o que no les corresponde con su género.


Por consiguiente, si los agentes femeninos ocupan cargos en la dirección de medios de comunicación, podrían crearse nuevas oportunidades para otras mujeres, tanto a nivel directivo como a nivel de redacción. Esta evolución no tiene únicamente consecuencias en la estructura interna del medio, sino también en su contenido y, por ende, en su público: la posición de una mujer en la dirección de una empresa informativa brinda a la sociedad nuevos puntos de vista, aprovechando su papel en un lugar donde cuenta con un poder o voz para hablar de asuntos libres de tapujos y machismos como es el feminismo. Una redacción a cargo de una mujer da visibilidad a ciertos temas de los que no se habla tanto, temas enterrados como tabúes en la sociedad como son la prostitución, la cosificación de los cuerpos femeninos o el machismo implícito en nuestras estructuras sociales y culturales. De esta forma, se podría llegar a una concienciación social generalizada, reivindicando los derechos femeninos, tanto dentro como fuera de un periódico. 


En definitiva, la presencia femenina en el núcleo directivo de una empresa periodística puede generar una gran cantidad de beneficios, donde la importancia prima en poder dar voz a un colectivo silenciado a lo largo de la historia, ya sea para la mujer responsable, para otras mujeres que puedan tenerla como ejemplo o para su público (que sea del género que sea enriquecerá sus formas de pensar y de actuar). Debemos tener confianza en que la aparición de directivas en el periodismo, aunque sea de una manera lenta y sosegada, cada vez es mayor. Esto nos permitirá en un futuro erradicar la desvalorización del trabajo de las estas y equilibrar la balanza entre los hombres y las mujeres que dirijan un medio de comunicación, momento que se prevé lejano: aún nos queda mucho por hacer.


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