La pandemia puede llegar a limitar la regresión demográfica
Tortosa, capital de la comarca del Baix Ebre (Catalunya), es distinguida por ser un importante centro agrícola, comercial, industrial y cultural. Asimismo, es un municipio constituido por un distrito formado por pueblos vecinos (Jesús, Bítem, Els Reguers, Campredó y Vinallop). Sin embargo, pese a sus 33.510 habitantes sufre, como otras zonas rurales de España, una acelerada regresión demográfica.
Catalunya y Terres de l’Ebre en datos
Según los datos del Instituto de Estadística de Catalunya (IDESCAT) en el estudio demográfico de la población de Tortosa, desde el año 1998 hasta el 2020, informa mediante un gráfico lineal, su evolución. En el intervalo de años de 1998 hasta 2008, Tortosa aumenta su número de habitantes hasta alcanzar los 35.734 en 2008.
Este crecimiento de la población implicó, también un incremento en la natalidad. Albert Esteve, demógrafo e investigador de la Universitat Autónoma de Barcelona y director del Centre d’Estudis Demogràfics (CED) de Catalunya, afirma que este aumento es debido a «un doble impacto», tanto a nivel territorial, como autonómico, como estatal. «Cada vez más había más gente en edad de tener hijos», asegura. «Es la época en que las personas nacidas entre 1965 y 1975 —años en que aumentó la natalidad en España— llegaron a esa etapa», añade.
El segundo factor es la llegada de la inmigración internacional. «La mayoría de estos inmigrantes son jóvenes de entre 25 y 35 años», reconoce. El resultado fue que en España hubiese una gran cantidad de personas con esa edad, lo que conllevó a «una coyuntura, demográficamente hablando, muy favorable».
Sin embargo, la crisis económica del 2008 puso freno al crecimiento demográfico, el cual perjudicó a los pueblos y zonas rurales. «Cayó el número de personas en edad de tener hijos» y «había pocos candidatos para ser padres y madres», reconoce el demógrafo. «Para tener hijos, las parejas jóvenes deben tener una seguridad y estabilidad económica», subraya. Además, el gran flujo de inmigrantes en España y Catalunya «provocó a que cada vez haya menos gente joven».
En la actualidad, los inmigrantes avivan la despoblación. Éstos tienden a ubicarse en macro ciudades, como Barcelona. «La mayoría son migrantes económicos», apunta Esteve. «La gran oferta laboral siempre ha estado ubicada en las áreas metropolitanas, que a su vez, son las que atraen a la población joven de Terres de l’Ebre —Baix Ebre, Montsià, Terra Alta y Ribera d’Ebre— y de otras comarcas catalanas», añade.
Estos dos tipos de migraciones conducen a que la tasa de defunciones supere a los nacimientos en Terres de l’Ebre, tal y como se contempla en el estudio de la evolución de nacimientos del IDESCAT. «En cambio, la gente mayor tiende a quedarse en el sitio donde desarrollaron su actividad económica, que les permitió pagarse una casa», indica. Además, Albert Esteve explica que no solo es que nazcan pocas criaturas en la zona, sino que probablemente «nacen fuera de Terres de l’Ebre porque sus padres se han ido a trabajar fuera».
Caso real: Noemi Subirats
Noemi Subirats, de 23 años, inconscientemente es impulsora de la despoblación. Tiene claro que no quiere seguir viviendo en Tortosa. Y sabe que para perseguir sus sueños tiene que partir. Su situación actual es de desempleo y la oferta laboral en Tortosa es muy limitada. Cuando prescindieron de ella en un supermercado de la zona, tomó conciencia: «Vi que era una oportunidad para poder buscarme la vida en otro sitio».
Desde que tuvo la edad de poder trabajar, encontrar oficio en Tortosa no le ha resultado nada fácil. «Cuanto más pequeño sea el pueblo, más difícil es encontrar trabajo», señala. «Además, aquí todo se mueve por enchufe», aventura. «Con una agenda de contactos encontrarás trabajo más fácilmente», añade. Además, sabe perfectamente que la mayoría vacantes son para trabajos poco cualificados en industrias. Y por si no fuera poco, Tortosa imposibilita desarrollarse como profesional: «Aquí hay muy poca oferta académica». Las áreas de especialización que se ofrecen son aquellas relacionadas con la sanidad y lo administrativo, tal y como señala Subirats.
Los jóvenes opinan
Para conocer más a fondo el criterio de los jóvenes con respecto a la despoblación, se realizó una encuesta a un total de 51 personas, de entre 15 a 30 años, el 20 de abril de 2021. Los resultados fueron los siguientes:
Gráfico circular. Fuente: Elaboración propia.El 42,9 % viven habitualmente en una ciudad. El 50 % de este grupo de encuestados estarían dispuestos a vivir en un pueblo, coincidiendo con los mismos motivos con aquellos que residen en un pueblo y no quieren irse de él. Algunas de las respuestas fueron: «Es más tranquilo y simple», «Hay más tranquilidad y menos polución», «En un pueblo todo es más cercano y en las ciudades las personas van a la suya».
La otra mitad de los participes no serían capaces de vivir en un pueblo porque o están acostumbrados «al ritmo de vida de la ciudad: salir a la calle y que haya bullicio» o porque vivir en un pueblo les resultaría «aburrido».
Gráfico circular. Fuente: Elaboración propia
Un 16.3 % de los partícipes tienen su domicilio habitual en un pueblo, pero residen en ciudades. Se les cuestionó el porqué y el 86.7 % admitió que para poder seguir con sus estudios y el 13.3 %, por motivos laborales.
Un futuro incierto
El futuro de las zonas rurales es incierto. Albert Esteve considera que debe de haber un método que permita retener a los jóvenes. La actual crisis sanitaria le ha hecho reflexionar: «Con la proliferación del teletrabajo puede que cada vez más sea posible que la gente tenga trabajos ciudad, pero teletrabajando en el campo». «Veremos si es suficientemente grande esta tendencia como para revertir la situación de despoblamiento en las zonas más afectadas», aventura.
Algunos de los encuestados opinan sobre el porvenir: «Todos aquellos pueblos en los que hay menos de 500 habitantes acabarán desapareciendo porque es difícil que la gente quiera vivir en ellos»; «Creo que mejorará la situación de despoblación y muchos pueblos casi abandonados, volverán a la vida»; «Desde la ciudad se debe tomar una mayor concienciación por el mundo rural»; «Poco a poco desaparecerán o se irán adaptando más a las necesidades que busca la gente en la ciudad».
Del mismo modo, se preguntó a los encuestados si creían que la pandemia es un factor que frena el despoblamiento, el 71.1 % consideró que sí y un 27.1 %, se opuso. Las reflexiones fueron las siguientes: «En las zonas rurales hay menos cantidad de gente y menos probabilidad de contagiarse»; «La pandemia en algún momento terminará, de forma que la gente, sobre todo los adolescentes, seguirán con la idea de vivir e una ciudad y buscar allí su futuro»; «No cambia nada, la sociedad sigue buscando trabajo y estudios en zonas más pobladas».
0 Comentarios