Imprescindibles falleros: el making-of

 Alba Escrivá





Orfebrería, indumentaria, pirotecnia y monumento... son los 4 imprescindibles que, con las calles libros de Covidien-19, hacen de cada marzo el mes de la magia para muchos y muchas.

Pero, ¿qué Proceso hay detras de cada uno?




¡Vaya tela!

Rayón, damasco, tapicería, seda o expolio, con dibujo grande, con dibujo pequeño, del S.XVIII o el S.XIX ... el traje de valenciana, comúnmente conocido como traje de fallera, se ha convertido en uno de los mayores Reclamos turísticos de la provincia.

Pero, ¿cómo se quitanieves en quepo ahora que ya no son necesarios para la vida diaria? Primero, comenta Natalia Nieto, que forma parte del equipo de la indumentaria brocado , la clienta o el cliente, si lo que se va a acero es un traje paralelo, Debe Escoger la tela que, dependiendo del tipo de TEJIDO (algodón, seda sintética , seda de doble Anchura, seda estrecha, etc.) y de super calidad, Reducir texto <br> oscilar entre los 150 euros que, como Mínimo cuesta un corte de damasco para adulta, Hasta los 15.000 euros que Reducir texto <br> alegar a valer un expolio.

Una vez elegida, se toman las Medidas de la persona y se deja a quepo el boceto de la prenda que se va a confeccionar teniéndo en Cuenta, claro está, qué tipo de traje (S.XVIII o S.XIX, miedo Ejemplo) Quiere .

Ahora, en el caso del corpiño de mujer, se Empieza el patronato que servirá, Cuando esté acabado, para poder Cortar las diferentes piezas de tela.

Ahora, en el caso del corpiño de mujer, se Empieza el patronato que servirá, Cuando esté acabado, para poder Cortar las diferentes piezas de tela.

Es en este punto en el que entran la aguja y el hilo Porque, como Cuenta Nieto, toca juntar y encarar las piezas. ¿Encarar? Sí sí, asegurarse de que cada una de ellas sea el dibujo, si es que el Tiene, exactamente donde el Había dejado la anterior. Esta es, quizás, una de las partes más costosas del Proceso.

En cuanto a la falda, si se para una adulta, hay que Cort tres caidas que se juntan ya las que se IDA, por Debajo, entretela y forro. Además, se Fruncé la cintura y se Hace una tabla de, aproximadamente, 14 cm para que la prenda atienda, una vez terminada, ese Vuelo que, realzado por un buen cancán, Tanto gusta a la gente.
Llega el turno de la primera prueba, en la que se eligen las puntillas y el volante que, en algunos casos, se colocará en la cintura. Costuras repuntadas, puntillas y volantes colocados, viene la segunda puesta. Esta vez, se coge el largo de la falda y, justo antes de acabarla, se le coloca una escobilla en el bajo que evitará que se ensucie al caminar por la calle.

Está el producto acabado, sí, y solo queda llevárselo a casa y esperar a que haya un acto para poder lucirlo,(aunque en las circunstancias actuales el momento tardará en llegar) pero, ¿solo de esto vive una indumentaria? Pues no, también están las camisas, las medias, las enaguas, las sayas, los pololos, los cancanes, etc., ropa interior que no por serlo tiene menos valor puesto que su elaboración, normalmente en lino o algodón, también es costosa.

Además, la vestimenta de hombre es, quizás, algo menos conocido de cara al exterior pero sean de saragüel, de torrentí o de fallero, al que muchos llaman cucaracho, sus trajes también forman parte de la historia valenciana.

Por último, pero no menos importante, una mención especial a las mantillas y manteletas que pueden hacer que un vestido luzca más o menos. Para escoger las segundas, es importante situar el traje en el tiempo puesto que, mientras los que se basan en la ropa del S.XVIII pegan con bordados de metal, seda, algodón o puntillas, tal y como explican en la empresa Hijas de Carmen Esteve, aquellos que pertenecen al S.XIX son más estrictos en el sentido de que solo quedan bien con las manteletas bordadas con metales dorados y plateados.

Estén confeccionadas con un material u otro, sus delicados dibujos y diseños hechos a mano y basados en piezas antiguas, son el broche de oro perfecto para completar una indumentaria que, en palabras de Nieto, es «una de las más ricas que tenemos en España».



¿Pico y pala? Mejor martillo y cincel

La orfebrería es uno de esos oficios que aún a día de hoy, se hacen como antaño. Por eso, las creaciones de un artesano del gremio son únicas, no hay una joya, un aderezo o una peineta igual a otra, y tienen, para la persona que las compra, un valor incalculable. «Nosotros no gastamos nada de ordenador», dice Amaia Morillas que lleva, junto a su marido, la orfebrería Agustín y Amaia de Algemesí (Valencia).


Para hacer un aderezo, por ejemplo, se hace el diseño en papel y luego se funde el metal, que suele ser plata de ley. Este servirá, más tarde, para modelar la pieza original, que va a ser cincelada y repujada, es decir, trabajada con un martillo y un cincel para conseguir que tenga relieve. Una vez acabada dicha pieza, se harán las demás porque, un aderezo, sea del estilo o modelo que sea, cuenta con muchos complementos entre los que destacan la joya, los pendientes, el collar, la pulsera, los pinchos, el aplique para la mantilla, etc.



En cuanto a las peinetas, se calca sobre una base de latón o plata el boceto previamente dibujado y se fija esta lámina a otra de pan de plomo donde se trabajará según su acabado, puesto que puede ser cincelada, cincelada y repujada (con más relieve que la primera) o de flor de agua cuya elaboración es, por ser mediante grabado, menos costosa que las otras dos posibilidades.

A partir de ahí, se le quita lo sobrante, se le hacen las púas con unas tijeras y se moldea con las manos para que pueda entrar en la cabeza de la fallera, es todo muy casero. Solo falta bañarla en cobre, plata u oro, y el resultado será una pieza que, pese a soler tener motivos basados en peinetas antiguas, también pueden llevar, si la clienta así lo quiere, el escudo de una falla, el dibujo de un traje, etc., « aunque esto se hace, eso sí, siguiendo el modelo tradicional de motivos florales, bodegones u ángeles », explica Morillas.

Estas piezas, que requieren de mucho tiempo y esfuerzo por parte del orfebre, pueden hacer que una tela de baja calidad se vea enriquecida así que también son, al fin y al cabo, una parte muy importante de la vestimenta fallera.

¡Pura química!

Pura química, eso es la la pirotecnia. Todo empieza con la pólvora, elaborada, normalmente, con una mezcla de nitrato de potasio, carbón y el azufre que le da ese olor tan característico y eriza la piel a miles de valencianos.

Estos materiales no se escogen al azar, claro, se mezclan porque la combinación de un combustible que libere energía al exponerse a una fuente de calor (carbón), un agente que provoque la oxidación del anterior componente (nitrato de potasio) y otro que estabilice la mezcla (azufre) provoca una explosión cuya potencia y duración puede controlar el pirotécnico.

Además, aquí no basta con poner los tres ingredientes en la batidora y darle al botón hasta que la mezcla sea homogénea. Primero, hay que moler cada compuesto por separado hasta hacerlo polvo, literalmente. Lo siguiente es juntarlos, pero hay que asegurarse de añadir las cantidades justas, ni un gramo más, ni uno menos, porque de ello depende que el cohete funcione pero no explote de forma muy violenta.

En muchos casos, se añade agua al mortero y se sigue machacando hasta tener como resultado una especie de masa con la que el profesional hará una bola. ¿Y qué se hace con las bolas resultantes? Pues se prensan y se meten en un tubo de cartón con dos tapones, utilizados para aumentar el ruido, en ambos extremos y una mecha al final para que el cohete pueda recibir el calor necesario para estallar.

Pero, ¿de dónde sale el color? En el caso de los fuegos artificiales, por ejemplo, la pólvora no es suficiente para ofrecer el espectáculo deseado. Por eso, tal y como explica Josep Borredá, actual responsable de la pirotecnia Hermanos Borredá, según el tinte que quiera dar el maestro, añade a la fórmula un elemento u otro.




Para el azul, se pone cobre, para el rojo, se añaden sales de litio, para conseguir un tono verde, toca poner bario, si uno quiere dorado tendrá que echar sodio pero si, en cambio, busca el plateado añadirá titanio, y así con el resto de colores, comenta el experto.

Con todos estas combinaciones, se fabrican cohetes que pueden clasificarse, según el Ministerio del Interior y la Guardia Civil Española, en 4 categorías.

A la primera, pertenecen los petardos con muy poca intensidad, que no suponen un riesgo y pueden utilizar, incluso, los pequeños de la casa siempre que estén, eso sí, bajo supervisión.

En la segunda y la tercera, entran aquellos artículos que deben ser utilizados al aire libre y cuyo sonido puede suponer un problema para la salud si no se utilizan bien. El cuarto apartado, está reservado a los trabajadores del oficio que saben manipularlos porque, esta vez sí, pueden ser peligrosos.

Por supuesto, hay otros tipos de petardo, como los que se utilizan en el teatro o las bengalas, que también conforman este sector conocido, no sólo por ser imprescindible para la fiesta fallera sino, también, por alegrar diferentes celebraciones, desde que los cohetes comenzaron a usarse, como cuenta Borredà, por estos lares, en forma de traca a la salida de las iglesias tras las misas mayores de finales del S.XVIII.

El alma de la fiesta



Con una hoja en blanco y un lápiz, así empieza Ausiàs Estrugo, artista fallero, a diseñar sus obras. Lo primero es lo primero, ¿ cuánto puede gastarse la comisión? ¿Qué temática va a escoger para el monumento? A partir de ahí, y con la historia de la falla plasmada en un guion, Estrugo se pone a ello porque está en sus manos que la reina, en su caso infantil, pueda, o no, subir a por el banderín ese año.

Una vez hecho el boceto de cualquiera de los ninots toca ponerse a maquetar, proceso que, si bien antes se hacía con barro o plastilina, la mayoría de trabajadores del gremio han ido modernizando. Ahora, se lleva a cabo con programas digitales como Zbrush, que permite esculpir en 3D como si uno estuviese usando arcilla en lugar de un ratón de ordenador para hacerlo.




Dicho software, utilizado, por ejemplo, para dar forma a los orcos y los habitantes de Pandora en películas tan conocidas como El señor de los anillos o Avatar permite a quien lo utiliza ver cada figura desde todos sus ángulos para que la fresadora, es decir, la máquina que talla cada una de las piezas de un muñeco en un bloque de corcho, pueda hacer su trabajo. Como el resto del proceso, este paso ha ido cambiando a lo largo de la historia fallera porque antes no se usaba poliestireno sino cartón, material que, pese a tener otras ventajas, era más pesado que el primero, por lo que a los artistas les resultaba más difícil construir monumentos tan grandes como hoy en día.

Ahora, explica el profesional, toca recoger todas esas piezas y ensamblarlas con cola casera hecha de harina de garbanzo, agua y sulfato de cobre, para dar vida a un solo ninot que, junto al resto, acabará conformando la falla entera.

Es aquí cuando se procede a empapelar para asegurarse de que no hay ningún desnivel indeseado en el muñeco y, casi terminando el proceso, se monta el monumento.

Hay que poner cuatro capas de gotelé a las figuras, de modo que vayan preparándose para ser pintadas y, por supuesto, también deben ser lijadas para hacer de su superficie algo suave y sin asperezas, completamente liso.

¡Ya está casi! Solo falta ese toque de imprimación para que la pintura, que es el siguiente paso, se coja bien, poner un par de detalles por aquí y por allá, et voilà, ¡monumento terminado!


Ahora a transportar la falla hasta el lugar en el que será plantada y, sobre todo, a disfrutar de sus preciosos acabados hasta que arda entre las llamas la noche del 19 de marzo para inaugurar el nuevo año fallero que, esperemos, pueda celebrarse pronto.







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