La discriminación a los romaníes es un problema pese a las entidades que luchan por evitarlo
Currar, camelar, chaval, jalar, majareta… con su llegada trajeron palabras que se utilizan a diario e, incluso, crearon, junto a los musulmanes y los judíos, uno de los elementos que conforma lo que se conoce hoy como la marca España: el baile flamenco. Durante años han servido de inspiración a compositores como Falla con su Amor Brujo y a escritores que crearon a personajes como Esmeralda de Víctor Hugo o Melquíades de García Márquez. Sin embargo, y a pesar de contar con un día de reconocimiento internacional, el 8 de abril, siguen siendo, todavía hoy, una de las etnias más discriminadas, no solo de nuestro país, sino de Europa entera: los gitanos.
La promulgación de la 1ª Pragmática Real contra los gitanos, impuesta en 1499, la Gran Redada de 1749, en la que más de 10.000 cíngaros fueron detenidos y separados de sus familias durante 14 años, la Ley de Vagos y Maleantes creada en 1933 y mantenida por el régimen franquista hasta 1978 o el desalojo de más de 3000 familias del barrio sevillano de Triana, son hechos que demuestran que, desde su entrada a la Península Ibérica, remontada, según historiadores y antropólogos, al S.XV, los gitanos han sido perseguidos y apartados.
Y es que, cuando nace un gitano, nace también lo que se espera de él. Crecerá, irá poco a clase, dejará los estudios antes de secundaria para poder trabajar, se casará y tendrá muchos hijos. Es la visión que tienen algunos sobre su vida y que, sin querer, va tomando forma cuando los niños empiezan a ir a la escuela.
«El absentismo es un problema que de unos años a ahora ha ido mejorando, pero hay determinados aspectos que no se pueden controlar», comenta Javier Bertrán, director del colegio Maestro Carlos Selma ubicado en San Lorenzo, un barrio gitano de Castellón de la Plana, desde hace 9 años y docente en el mismo desde hace 16.
Algunos lo achacan a la irresponsabilidad de los padres o a su cultura, pero la realidad es que en muchos centros la segregación es un problema que hace que se distinga entre las diferentes etnias o, incluso, que el nivel impartido a los niños payos sea mayor que el impartido a los gitanos.
Así lo demuestran programas como el emitido por RTVE, en septiembre de 2019, en el que la Fundación Secretariado Gitano asegura que seis de cada diez niños romaníes abandonan la educación obligatoria antes de finalizarla. En este, se cuenta que las bajas expectativas generadas, no solo por la sociedad sino también por parte del profesorado y su entorno, contribuyen a que los pequeños no se planteen siquiera ir a la Universidad o estudiar después de la ESO.
Esto se traduce en los datos que da el Informe de la Comisión Europea sobre España en 2020 en el que se puede leer que el 63 % de los jóvenes gitanos ni estudia ni trabaja. Además, en él se cuenta que esta falta de formación es la que hace que, a día de hoy, esta comunidad tenga una tasa de empleo de solo un 30 % y un riesgo muy alto, concretamente del 92 %, de caer en la pobreza o la exclusión social.
Pese a los porcentajes, cada vez son más los que deciden estudiar un grado o formarse tras la educación obligatoria, «cuando sale alguna persona que decide ir a la universidad o acabar su formación en otro sitio la llamamos la gran esperanza blanca», cuenta el director Bertrán.
Sin embargo, las cifras están ahí e insisten en que todavía hay mucho paro entre la comunidad romaní, siendo el de las mujeres el sector más afectado con una tasa de empleo de tan solo el 16 %, según cuenta la, ya antes mencionada, Fundación Secretariado Gitano.
«Si hay machismo en la sociedad, este se unifica, en el caso de las minorías étnicas, con el racismo. Cuando eres mujer y eres gitana estás doblemente discriminada y si además eres pobre, hablamos de una triple discriminación», dice José Vega, portavoz de FAKALI, la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas.
Y es que, a las típicas preguntas sobre los hijos, los planes de futuro, el carné de conducir o la forma de vestir a las que suelen enfrentarse las mujeres a la hora de hacer una entrevista de trabajo, se suman los estereotipos sobre el matrimonio, la vida familiar o el nivel de estudios que tiene mucha gente sobre las gitanas.
Es, precisamente por estos cánones, por los que las asociaciones de mujeres gitanas solo han ido en aumento desde que se celebró, en noviembre de 2017, el 1r congreso de feminismo romaní en Madrid. Pero, ¿son estas agrupaciones suficientes para cambiar las cosas?
Lo cierto es que son muchas las áreas en las que, como dice Vega, de haber «un partido gitano, como en otros países», habría que intervenir. Empezando por «la discriminación, porque ahí queda un mundo por recorrer» y siguiendo por «el empleo, la educación…».
A estas mejoras el portavoz de FAKALI añade un plus: eliminar el «antigitanismo» de la prensa. De eso va la última misión de la federación, de captar y denunciar las noticias o los medios que, de una manera u otra, no hagan más que favorecer el odio a este pueblo.
«Hordas de gitanos arrasan Mercadona» o «Pánico en el hospital tras la muerte de un bebé gitano» son algunos de los titulares que cualquiera puede encontrar en Internet y, muchas veces, resultan ser bulos, como el primero. «El vocabulario es muy importante», comenta Vega que, además, recuerda que, ante estas situaciones, es necesario denunciar públicamente para sensibilizar y hacer justicia.
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Noticia en mediterráneodigital sobre los gitanos que supuestamente habían arrasado Mercadona desmentida, más tarde, por Maldito Bulo |
Y es que el periodismo tiene un gran poder sobre la opinión pública y, por lo tanto, una gran responsabilidad y, ante la discriminación de las minorías étnicas que, durante años, han resultado musas para todos, pero han sido respetadas por muy pocos, podría ser lo que muchos consideran que es: una herramienta para dar voz a los que no la tienen.
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