Era un día normal en la Universitat Jaume I, hasta que el Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC) convocó una manifestación por la visita del rey Felipe VI. El monarca visitó esta universidad con motivo de la celebración de un congreso de empresas valencianas. Esta concentración terminó con dos detenidos y varios heridos tras la negativa de los manifestantes a desalojar el campus de la universidad. Desde primera línea se podía saborear el odio y el desacuerdo contra esta institución, así como con los cuerpos nacionales de policía a los que les dedicaban frases como: “vergüenza me daría ser policía”, “hijos de puta” o “feixistes”.
La protesta comenzó con unos pocos seguidores de los ideales antimonárquicos, protegidos de los policías tras una pancarta donde se podía leer “Tombem el règim. Llibertat preses polítiques” y a grito de “¡Los borbones son unos ladrones!”. La concentración atrajo a más curiosos que simpatizantes. Parecía que no iba a suceder nada, pero en el aire se respiraba una tensión que cortaba la respiración, una bomba de relojería que no se sabía cuando iba a estallar, pero que seguro que lo haría en algún momento.
Y es que cuando la policía empezó a intentar desplazar a los manifestantes hacia las afueras de la universidad, estos opusieron resistencia, luchando contra la idea de marcharse de allí aún sabiendo que el monarca ni los escuchaba, ni lo haría porque ya había comenzado la reunión con la CEV. Es en ese momento cuando comenzaron los forcejeos, los gritos de los manifestantes y de algunos de los curiosos que atentamente observaban desde la lejanía como los congregados se oponían a la idea de marcharse.
Se abre de momento un círculo vacío entre los protestantes, una mujer es arrastrada por un policía y todos sacan sus teléfonos móviles para grabar lo que está ocurriendo. Los gritos de “feixistes” y “fora policía de la universitat” suenan más fuerte que antes. La gente se mueve e intenta correr ante el temor de ser capturados por alguna fuerza de seguridad. Los manifestantes se reagrupan y son rodeados por los policías.
Después de una media hora, los agentes encargados de dispersar la protesta fuera del campus de la UJI consiguen que los furiosos manifestantes abandonen las instalaciones de la UJI. Las personas que habían visto esta concentración se miraban entre ellas para asimilar lo que había pasado y después de unos minutos, todo volvió a la normalidad.
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